¿Piensas que comer sano es misión imposible en tu casa? ¿Estás intentando cambiar de hábitos y tu familia no te apoya? ¿Estás pensando en tirar la toalla y volver a comer ultraprocesados?
Si tu respuesta a alguna de las preguntas anteriores ha sido “sí”, déjame decirte que no estás solo. Por desgracia, son muchas las personas que intentan cambiar de estilo de vida y que se encuentran en la misma situación que tú.
Sé lo frustrante que puede llegar a ser. Sobre todo cuando tratas de hacerlo lo mejor posible pero siempre encuentras obstáculos. Obstáculos que vienen de las personas que más quieres. Precisamente las que deberían ser tu principal apoyo.
Pero no desesperes. Hoy te voy a dar algunos consejos que vas a poder implementar en tu día a día para alcanzar tus objetivos.
Antes de empezar, quiero que te pares un momento y pienses en ti, en tus necesidades. Y en los motivos que te han llevado a querer cambiar de hábitos.
Quizá tienes alguna enfermedad que hace que tengas que seguir un protocolo dietético determinado. Puede que notes que algún alimento no te sienta bien. O simplemente te has dado cuenta de la relación que existe entre nuestra alimentación y nuestra salud. Y estás decidido a comer sano.
Sea cual sea tu motivación para cambiar, tendrás que tenerla muy presente. De lo contrario, acabarás olvidando qué es lo que te ha llevado a dar ese paso. Acabarás olvidándote de ti y de tus autocuidados.
El primer paso es respetarse a uno mismo
Siempre digo que si tú mismo no te respetas, no esperes que lo haga la gente que te rodea. Y aunque puede sonar un poco duro, esa es la verdad.
Cuando se trata de comer sano, me temo que la solución es la misma. O, mejor dicho, es muy parecida.
Porque cuando se trata de cambiar nuestra alimentación, tenemos una carta a nuestro favor: la comida real no es aburrida, sosa o insípida. Comer sano no es sinónimo de comidas a la plancha ni de ser un esclavo de la cocina.
Comer sano es cocinar en casa, alimentos de todo tipo, hechos con amor, con ingredientes frescos y de la mejor calidad posible. Es disfrutar todos juntos en familia.
El “síndrome del restaurante”
¿Te resulta familiar esta situación? Has cocinado un Ragut de ternera con verduras y patatas. Pero tu hijo se niega a comerlo y solo quiere las patatas. Obviamente, te preocupas por su salud. Y no te gusta la idea de que solo coma unas pocas patatas. Así que le preguntas qué quiere comer ese día. Y acabas haciendo ese plato.
Acabas cocinando a la carta y eres víctima del “síndrome del restaurante”. Aunque eso suponga más trabajo y frustración para ti.
De hecho, aproximadamente un 80 % de los padres con hijos quisquillosos sienten que no tienen apenas control sobre lo que comen sus hijos. Y en torno a un 75 % acceden a sus requerimientos.
En verdad es uno de los errores que más veo en mis pacientes.
Y a pesar de que el “plan B” sea el camino que opone menos resistencia y que evita pataletas, en realidad es el menos efectivo.
Incluso si ahora piensas que tienes que hacer felices a todos con la comida. A la larga, serán menos felices y se harán más exigentes con la comida. Y precisamente no para comer verduras en todos sus platos.
Los problemas de comer a la carta.
¿Recuerdas lo que hablábamos sobre pensar en tus necesidades y respetarte? Pues si en tu casa cocináis siempre a la carta, estás pasando por alto esos dos puntos tan importantes. Además de que es muy difícil que todos los miembros de la familia coman sano. Y es imposible que te apoyen con tu cambio de hábitos.
Sin olvidarnos de otras consecuencias igual de importantes:
Pierdes autoridad en casa. Ahora quien decide es tu hijo, tu marido, etc.
Cambias nutrición por comodidad y acabas repitiendo los mismos platos. Justo esos que tanto les gustan y a los que no ponen pegas. Y eso supone muy poca variedad en sus comidas y menos nutrientes en la dieta.
Te sientes frustrado, tanto a nivel familiar como a nivel personal. Y es normal. Aunque al principio esos cambios puedan parecer la solución a enfados o discusiones en casa, a la larga sentirás que tu familia no te tiene en cuenta. Que no aprecian tus esfuerzos ni tu tiempo. Y que acabas trabajando el doble o el triple en casa.
La relación familiar se ve afectada.
Problemas de salud a largo plazo (sobrepeso, diabetes, problemas hormonales, etc.).
Comer sano es misión posible
Al principio del post te preguntaba si pensabas que comer sano era una misión imposible. Y aunque probablemente tu respuesta haya sido afirmativa, después de este post vas a cambiar de opinión.
En primer lugar, quiero que sepas que los cambios no son fáciles ni rápidos. Sobre todo cuando se trata de costumbres tan arraigadas. Hay resistencia, enfados, malas caras, broncas… Es normal.
Sin embargo, cuando quieres hacer estos cambios, le estás pidiendo a tu familia que madure, que salga de su zona de confort. Y también les estás quitando el control que antes tenían.
Por eso, te lo tienes que tomar como una misión y no ceder. Por mucho que quieras aplacar a las bestias y volver a la comodidad de antes.
Y eso solo se consigue con paciencia, cariño y firmeza. Además de haciendo partícipe a toda la familia en la cocina. Ya sea para hacer la compra ya sea para limpiar los platos.
Es la única forma de transmitir unos valores que van mucho más allá de lo que comemos. Así como de conseguir un cambio de hábitos real y duradero para todos. Un cambio que se traduzca en salud.
Pssst…
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